La primera vez que me di cuenta de los horarios españoles fue hace ya bastantes años en un lugar poco turístico de Francia. Fui a visitar a un amigo a una sucursal bancaria poco antes de las doce de la mañana, y no estaba, había salido a comer. La diferencia con nuestras costumbres es significativa. Ni siquiera nuestro vecino Portugal tiene horarios similares.

Los españoles no solo desayunamos, comemos y cenamos a horas distintas que los demás europeos, sino que también dormimos casi una hora menos, trabajamos más horas (o permanecemos más horas en el trabajo y salimos muy tarde de él), pero sorprendentemente nuestra productividad es menor.

Desde que se constituyó la ARHOE (Comisión Nacional para la racionalización de los horarios españoles), han pasado ya unos años y, a pesar de que recientemente el tema se ha llevado al parlamento y algunos partidos políticos han firmado acuerdos en este sentido, el tema sigue estancado.

Por otro lado, aparte de a los políticos, habría que poner de acuerdo a los distintos sectores económicos, al del comercio, al turístico-hostelero, al educativo,… Esto parece complicado, en algunos casos por intereses contrapuestos y en otros por el temor a las consecuencias económicas que pudieran derivarse del cambio de hábitos de los consumidores. Sin embargo, a nivel familiar no parece tan complicado porque cuando vamos de turismo o a trabajar fuera de España nos adaptamos bastante bien a los horarios y costumbres europeas.

Habría dos decisiones que tomar. Una parece bastante sencilla: ajustarse mejor al horario solar volviendo al huso horario que teníamos antes de 1940, el de Europa occidental que es el que nos corresponde, el mismo de nuestro vecino Portugal o las Islas Británicas y no el de Europa Central. La otra, es adaptar también en la medida de lo posible nuestros horarios, no solo los laborales, a los de los países de nuestro entorno, es decir, que la jornada laboral no pasara de las seis de la tarde.

El ajustarnos al horario solar y establecer una jornada de trabajo flexible e intensiva con una pausa corta para comer, está demostrado que tiene grandes beneficios. De la misma manera que en el trabajo existen ladrones de tiempo, las propias costumbres horarias españolas son ladrones de sueño, en definitiva de tiempo, lo cual incide en el rendimiento, la productividad y la salud. Por ello, el repartir más adecuadamente el tiempo de trabajo y el personal solo puede traer beneficios.

A los trabajadores este horario, les permitiría una mejor conciliación de la vida laboral y personal, disponiendo de mayor tiempo libre, lo cual mejora la calidad de vida de las personas, incidiendo positivamente en las relaciones familiares, en la corresponsabilidad, por ejemplo favoreciendo el rendimiento escolar de los hijos o apoyando la igualdad de sexos, al tener más tiempo el hombre para compartir las tareas del hogar. Incluso podría ayudar al crecimiento económico al disponer las personas de más tiempo para el consumo.

Por otro lado, las empresas españolas que han puesto en práctica el horario flexible y la jornada continua han constatado sus ventajas. Son más competitivas, se ha reducido el absentismo, ha bajado la accidentalidad, se ha incrementado la productividad, se han reducido costes y ha mejorado el clima laboral. Como se ve todo son ventajas.

A modo de ilustración, adjunto el ejemplo de Iberdrola, destinado a mejorar en todos los aspectos descritos en este artículo www.iberdrola.es/conocenos/una-gran- empresa/nuestro-equipo/conciliacion/

Juan A. García Diez
Fortium Family Office